Tras un fin de semana familiar con algún que otro sobresalto debido a la trepidación de las atracciones más vertiginosas de Port Aventura tocaba volver a la rutina y si la autoridad y el tiempo daban su beneplácito aprovechar las tardes cada vez más menguantes para escalar algo y matar el gusanillo.
Desde el lunes tuve el pálpito de que para el jueves no iba a encontrar a nadie. Lo intenté, hice las preceptivas llamadas pero la constante fue una negativa por respuesta. Paradójicamente la única persona que no llamé, pues pensaba que no podría, era la única que iba a estar disponible.
Cada vez que me planteo escalar en solitario surgen multitud de dudas, interrogantes y las subsiguientes comidas de tarro. Qué donde ir, qué material llevar, si estaré a la altura de la vía llevando por único compañero al poco fiable “Sololist”. Como no tengo nada mejor, dicho adminículo combinado con la ancestral técnica de las bagas aporta cierta seguridad.
El miércoles había decidido mi destino: Montanejos. Fundamentalmente pensando en una aproximación con el mínimo desnivel, barranco de la Maimona, y buscando una vía el donde el cacharreo fuera mínimo.
Por la noche tras llamar a Ramopu y preguntarle por el Diedro del Negre, mi referencia es del año 1983 y creo que debe estar algo trasnochada, coloqué unos Friends para completar el equipamiento, aunque lo trasmitido por Ramón no había sido nada tranquilizador.
Tras hacer la mochila y como aún me queda un rato me fui correr, poco para no estar cansado al día siguiente, y volver una hora y cuarto después y más kilómetros de los deseables.
Leía hace unos días que correr se ha puesto de moda, algo que puedo corroborar pues el cauce del río es impracticable desde media tarde hasta pasadas las nueve, que tenía muchas ventajas tanto físicas como psíquicas, que ayudaba a no pensar. Y esto hizo que me sumiera en mis más profundas cogitaciones.
Quien me conoce sabe que soy corredor habitual hasta el punto que durante un periodo, demasiado largo ahora estimo, dejé la escalada para centrarme en correr pruebas de larga distancia. Han sido miles las horas y diría que en su casi totalidad gratificantes, pero lo que no ha evitado correr es que dejara de pensar, muy al contrario cuando corro pienso, estructuro inacabables piadas, recorro vías deseadas, hago planes, pero raro es el momento en que mi mente escapa de mi y llega a quedarse en blanco.
Es más cuando corro pienso y solo hay una actividad que me hace dejar de pensar y que centre mis cinco, alguno deteriorado, sentidos en ello: Escalar.
Y entre otras muchas cosas por eso me gusta tanto. Mi años de corredor confirmar que puedo vivir sin escalar pero espero continuar y mientras el cuerpo aguante seguir en esto.
¡Vale!. Me enrollo más que las persianas, pero quería compartir sensaciones y por qué no, cómo entiendo esto de escalar.
A la faena. Jueves a las nueve de la mañana. La previsión en Montanejos es horrible. Llamo a Javi Nieto y me lo confirma. Si quiero escalar tendré que cambiar los planes. No lo pienso mucho: Benicadell, vía A Pedales sin Canondales. Tras tres horas de clase en la que someto a los asistentes a un duro castigo, salgo como alma que persigue el diablo y cojo la moto. En casa pillo una segunda cuerda y algún carracho más. También en teoría el segundo estribo, pero ¡ay! Las prisas, en el cajón se quedó.
Lo peor de escalar en solitario es la obligación de tener que ir cargado como un burro, y en este caso más pues para llegar a base pared hay que subir durante cerca de una hora, bajar hasta un rapel y bordear unos minutos la cara sur hasta la base. Nada, hora y media de aproximación sin parar.
Como se accede por la cara norte la sombra me acompaña en la subida. Intento no desgastar mucho pues luego echaré de menos todo lo que quede en la cuesta. La cuerda de 70 m y 10.5 mm, la de 60 m de 9 m, las 18 cintas, los Friends y micros y los cacharros para el auto aseguramiento suponen algo más de veinte kilos que mi espalda sufre. Como la edad no perdona, en evitación de males mayores, subo con una faja bien ceñida que me sujete la riñonada.
A solas y quemando neuronas. A Pedales Sin Canondales en el Benicadell
A solas y quemando neuronas. A Pedales Sin Canondales en el Benicadell
La causante de mis dolores...
MI esperanza es que al llegar arriba, el verano climatológico haya terminado y a 1000 m de altura la brisa sea suave, y hasta refrescante. Pues ¡Si quieres arroz, Catalina…!
Llego al rapel tras 50 minutos de subida y compruebo que no va a ser mi día de suerte. El sol castiga y la brisa brilla, pero por su ausencia. Antes de bajar me tomo una barrita pues llevo desde las siete con un vaso de leche y no quiero bajones a mitad pared.
En la casa forestal un vigilante me ha dicho que llevara suficiente agua. Le he contestado afirmativamente y en ese momento no era consciente del patinazo que me iba a dar. Para la subida, la escalada y la bajada llevo un litro. En el coche le había echado un último trago a una botella medio vacía.
A solas y quemando neuronas. A Pedales Sin Canondales en el Benicadell
A solas y quemando neuronas. A Pedales Sin Canondales en el Benicadell
Careto sobre las 3 antes de tirarme por el rápel.
Llego a base pared y organizo los trastos. Un árbol de tronco no muy tranquilizador me sirve de primer anclaje.
Inicio la escalada, V+, sobre roca de calidad, luego va subiendo de dificultad para superar un tramo de artificial con algún plomo entre bolts. Llego a la primera reunión y como todavía me quedan cosas sigo. El segundo asciende en libre por una placa vertical para luego pillar un diedro que se va empinando encontrando la máxima dificultad a la entrada de la reunión.
Por ahora la cosa ha ido bien. Monto el tinglado y bajo a desmontar el largo. Al llegar de nuevo a pie de vía noto el calor y la sensación de sed no resulta nada tranquilizadora. Vuelvo a subir escalando: no me gusta “jumar”. Al llegar de nuevo a la reunión empiezo a subir la mochila y no entiendo como estando casi vacía pesa tanto.
El tercer largo empieza por un diedro ligeramente desplomado que se supera en artificial para luego acceder a una zona herbosa y con roca delicada. El paso más duro es el flanqueo a derecha del diedro que marca el largo. Ahí me embarco y en vez de hacer travesía sigo en vertical hasta la base de un diedro. Cuando llego a una especie de cueva de la que nace una fisura desplomada nada amigable, coligo que no es por ahí. Destrepo con mucho cuidado unos metros y una mirada a la derecha confirma mi error. La línea de parabolts está a unos 5 metros más allá.
A solas y quemando neuronas. A Pedales Sin Canondales en el Benicadell
A solas y quemando neuronas. A Pedales Sin Canondales en el Benicadell
Foto en la tercera reunión.
A solas y quemando neuronas. A Pedales Sin Canondales en el Benicadell
A solas y quemando neuronas. A Pedales Sin Canondales en el Benicadell
Nubes al atardecer
Llego a la reunión y repito maniobras. Ahora para no pozar la mochila la llevo a la espalda. No sé qué es peor solución.
Quien me conoce sabe que no suelo beber hasta terminar la escalada. En la tercera reunión tengo que beber la mitad de la botella de ¾ que llevo. Me noto, cansado, pero lo peor es que tengo claros síntomas de deshidratación.
El último largo, es sin duda, el mejor de la vía. Empieza por una placa sobre roca excepcional con varios puentes con cordinos ya comidos por el sol para atacar un muro monolítico en donde se hace necesario recurrir otra vez al único pedal que llevo. Primero el camalot azul, luego un plomo aislado y luego viene los más picante, dos plomos y una uña sobre un emplazamiento mínimo para alcanzar el salvador bolt. Mientras pendo del último plomo y busco emplazamiento para el gancho me entra la risa viendo el Soloist, la baga que pende bajo mi arnés y la “hostia” que me daré como falle éste o el gancho no aguante. Afortunadamente, los plomos suelen aguantar y las uñas, sin se ponen con cariño, suelen aguantar. Los últimos 15 metros de largo son antológicos. Roca excepcional y escalada de puro placer solo empañada por el hecho de que la deshidratación ya empieza a mostrar síntomas preocupantes. Los dedos de la mano derecha se me empiezan a agarrotar y solo varios manotazos los hacen reaccionar de nuevo.
Llego al final muy cascado. Todavía me toca bajar, desmontar y volver a subir. Son las ocho cuando finalmente me quito los trastos, busco una repisa más cómoda, me hago una foto e inicio el descenso. Todavía tendré que bajar desde el collado unos cincuenta metros para recuperar la del rapel. La vía, de lo mejor que he escalado en Benicadell, 165 m 6b/A2 me ha costado más de lo esperado. Cuando inicio el descenso la noche ha caído sin piedad sobre el Benicadell. El frontal que ahora me vendría de perlas reposa en una mochila en el coche. No pensaba que fuera a necesitarlo. Todavía me quedan cincuenta minutos de bajada totalmente a oscuras con un peso que lacera mis hombros y una muy desagradable necesidad de beber.
A solas y quemando neuronas. A Pedales Sin Canondales en el Benicadell
A solas y quemando neuronas. A Pedales Sin Canondales en el Benicadell
Foto ya en la cumbre totalmente de noche
A solas y quemando neuronas. A Pedales Sin Canondales en el Benicadell
A solas y quemando neuronas. A Pedales Sin Canondales en el Benicadell
La noche cae y todavía no he recogido la cuerda del rapel.
Como no veo nada, y la senda se ve menos, en un momento dado ésta desaparece y yo me hundo en un agujero lleno de zarzas. Con más dificultades de las previstas consigo salir y retomar la senda, más que otra cosa por intuición, pues ver no veo nada.
A las nueve y diez llego al coche y lo primero que pienso es hacerme una foto, pues a lo largo de la escalada así he hecho para comprobar como el cansancio hacía mella en mi rostro. ¡Sorpresa! La cámara no está. Revuelvo el material varias veces ahora ya con el frontal pero es inútil me he dejado la cámara en la cumbre. Como dijo Trillo. ¡Manda huevos!
PS
Esa noche tras hablar con Diego y comentarle, después de darle la enhorabuena por la vía, que me había dejado la cámara arriba, no dudó un momento en ofrecerse a subir por ella. Es más, al día siguiente nos dimos el paseo juntos, pero sé que lo hubiera hecho solo. Siempre lo he pensado, pero cada día que comparto con este hombre agradezco la suerte de poder tener como amigo a una gran persona compendio de virtudes, defectos seguro que tendrá, pero difícil es encontrárselos. Gracias, Diego.
A solas y quemando neuronas. A Pedales Sin Canondales en el Benicadell
A solas y quemando neuronas. A Pedales Sin Canondales en el Benicadell
El figura en la cumbre del Benicadell el viernes en donde me había dejado la cámara.