Tras el segundo resalte viene un tramo de trepada sobre bloques y canales por la vertiente izquierda del espolón hasta salir a otra arista menos afilada que nos pone en la base del tercer resalte. Otro largo de unos 80 m, se puede fraccionar evidentemente, sencillo pero al que hay que prestar atención al frecuente enganche de las cuerdas.
El tercer resalte supera un muro vertical, también limpio, que nos pone en la base de una aguja desde la que se efectúa un rapel de unos 15 m. Dos cordinos, ahora en estado decente, y un mallón permiten la maniobra sin problemas.
Ramón en el tercer resalte.
Moles rocosas en la vertiente norte del espolón.
Conforme avanza el día las nubes van apareciendo y se acrecienta el riesgo de alguna tormenta vespertina.
Llegamos al 4º resalte, en más largo, 80 m y más difícil. El de la foto del libro de Bellefón. Montamos la reunión de dos Friends y tras un franqueo a derechas se accede a un diedro sobre roca de calidad que ya no dejaremos en 50 m. Es el largo más difícil con diferencia (Vº mantenido con varios pasos de V+). En alguna descripción hablan de un bloque empotrado, pero yo no lo vi. En este largo la roca es excelente y encontraremos algunos clavos (4 me parece recordar). El resto se protege bien con cacharros.
Secuencia de fotos del resalte principal:
Hugo en la repisa tras el resalte principal.
Quien le da a este largo IV+/V como he visto en algunas descripciones o iba “fumao” o no ha hecho la vía.
Al final del largo se abandona el diedro para alcanzar una buena repisa a la izquierda con un paso de salida fino.
El siguiente resalte, vertical como los anteriores, mantiene el estilo, limpio y sobre roca fracturada de buena calidad.
Hugo desde el último resalte.
Tras este resalte y después de superar una zona de bloques se accede a la famosa, aérea y fotogénica arista de los Esparrets. La escalada es vertiginosa y tiene algún que otro pasito en la zona intermedia. No pasará de IV, pero ir por el filo de la arista y tener que bajar en una brecha intermedia con patio a los dos lados impone. Este largo también lo hemos hecho ensamblando al final saliendo de unos 70 – 75 m.
La arista desde la chimenea de salida.
Tras el largo de la arista me hago una foto para comprobar la pinta de hecho polvo que llevo.
Queda la chimenea de salida, rota y más de IV que de III, pero no vamos a discutir con los grados.
Al salir de la misma, en teoría, tal como indican las distintas descripciones de la ruta la escalada se ha acabado y toca seguir unas gradas herbosas para alcanzar las pendientes que primero bajan de la espalda del Esparrets y luego del collado del Monte Perdido.
Como al salir sigo viendo roca por encima de mi decido seguir escalado. Al final hacemos dos largos más (unos 100 m) sobre roca buena a tramos y muy mala en otros con casi nulas posibilidades de protección y con pasos de IV. Eso si acabamos justo en la Espalda del Esparrets. En cualquier caso estos dos últimos largos no aportan nada y son totalmente evitables.
Al final todo acaba.
Con Ramón en la Espalda del Esparrets
Al final hemos hecho 12 largos (4 con ensambles), unos 600 m de escalada y algo más de 400 m de desnivel desde el inicio del espolón.
La vía es más difícil de lo que pone en todas las descripciones que he leído. En nuestra opinión es MD de alta montaña. Es una vía comprometida. No hay buenas reuniones, y en caso de tener que abandonar por mal tiempo o por otro percance la retirada es más que delicada. O se destrepa o uno se deja toda la artillería en el intento. Nosotros llevábamos cinco clavos en la mochila, que tampoco creo que hubieran servido para mucho pero ahí estaban.
Según me voy desencordando voy dándome cuenta de lo hecho polvo que estoy. Miro a la cumbre del Perdido y veo unas diminutas figuras que ya abandonan la cumbre. La perspectiva de pegarnos el palizón hasta la cumbre no nos tienta nada.
Cuando llega Ramón le pregunto qué piensan hacer Hugo, Sergio y Nasta. Ramón me contesta que tienen intención de pernoctar en Goriz. Se me iluminan los ojos. Le planteo a Ramón la posibilidad de descender por el glaciar de la norte hasta la normal francesa. Al principio me mira raro, pero enseguida la idea le seduce.
Cuando el trío que viene por debajo nos confirma que van a Goriz la decisión está tomada. Estamos a muy finales de temporada y las pendientes que suben hasta el collado del Perdido son de piedra pequeña y tierra negra qué a cada paso que das bajas dos. En esas condiciones la subida puede resultar de lo más agónica.
Tomada la decisión, son algo más de las 14:30, hemos estado unas 4 horas en el espolón y nos quedan unas cinco horas de luz. Así que hay que ponerse en marcha. El primer paso es encontrar por donde acceder al glaciar sin que la apertura de la rimaya nos impida el paso.
Tras franquear una pendiente hacia la derecha veo una canal que acaba en uno cono de deyección justo sobre la rimaya. Parece que todos los detritus que por él caen hace accesible el paso. Sin dudarlo me lanzo a la pedrera y al principio sin mucho control me dejo llevar por la caída de piedras sueltas. Según llego al estrechamiento donde hay un pequeño resalte consigo frenar y saltar éste sin dificultades. Estoy sobre el graciar, pero sobre una capa de tierra que nos permite ponernos los crampones sin problemas.
Vista de la cara norte por donde nos toca bajar.
Ramón en la canal de acceso al graciar
Hace un año Ramón le compró a Sonia dos pares de crampones para zapatillas “Pocos años Feber”. Ha llegado el momento de comprobar hasta qué punto son útiles.
Y Ramón mostrando los inmaculados crampones.
Mientras Ramón baja, me pongo los susodichos y me voy a la nieve dura para probarlos. ¡Muerden estupendamente!
Una vez ambos pertrechados empezamos a atravesar el glaciar sin perder mucha altura. Ramón propone bajar en diagonal atravesando una zona de hielo verde. Yo prefiero seguir manteniendo la altitud hasta alcanzar las gradas rocosas del lado derecho de la cara norte.
Hago caso a Ramón y tras pasar algunas grietas semi cerradas llego a otras que se van abriendo y que nos impiden el paso. Toca recular y volver a la idea original. Poco a poco vamos atravesando el glaciar cruzando franjas de hielo verde que nos obligan a prestar la máxima atención.
Bajando por el glaciar.
En un momento dado uno de mis pies resbala y puedo pararme con el piolet casi de juguete que me ha traído Ramón. Cuando miro el crampón veo que una de las fijaciones se ha roto. La anilla que sostiene lateralmente las puntas frontales ha cortado la goma y las puntas han quedado sueltas. Con un cordino consigo hacer un apaño y continuar el descenso.
Al final tras algo más de una hora llegamos a las franjas rocosas. Echamos una mirada y rápidamente encontramos las fitas y luego los círculos naranjas que indican la bajada.
El lago helado no helado del Marboré desde Pineta.
Vista de la cara norte una vez efectuada la bajada donde a la izquierda se aprecia el cono de deyección por el que accedimos al glaciar.
Nos queda un destrepe por la vertiente norte hasta una canal donde hay dos rápeles equipados, pero que no usamos pues se baja estupendamente destrepando.
A las cinco y algo estamos en mitad del “plateau” de Pineta, recuperando líquidos, relajando la tensión y recuperando ánimos para afrontar los todavía 1400 m de desnivel que nos quedan hasta el coche.
Atravesar la altiplanicie hasta el balcón y el inicio del descenso nos cuesta cerca de una hora, y eso que parece que está ahí al lado.
Son las 18:17 cuando iniciamos el descenso por los interminables zig zags. Bajamos ligeros y yo no paro de darle vueltas a la cabeza de qué ha pasado esta mañana para que hayamos perdido la senda.
Cuando llevamos unos 2/3 de la bajada Ramón me indica los resaltes rocosos por los que hemos pasado esta mañana. Me quedo “ojiplático”. Para habernos matado. Todavía pasarán unos minutos hasta que descubramos la razón del embarque.
Unos minutos después se aclara el porqué del embarque. En un punto la senda giraba a la izquierda y en recto seguía otra que fue la que tomamos y la causante del embarque. Lo curioso del caso es que a tres metros a nuestra izquierda quedaba un cartel indicativo hacia el lago de Marboré que no vimos. Íbamos con la cabeza gacha y no se nos ocurrió mirar a otro sitio que al frente. Por qué poco esto no acaba en tragedia.
Al final llegamos al coche ya totalmente de noche. Para evitarnos unos interminables minutos más decidimos vadear el río y en este caso la suerte nos acompaña y encontramos las suficientes piedras donde apoyan para no mojarnos.
Han sido más de 15 horas y media de paliza, pero ha merecido la pena. El resto es el inicio de la siguiente…
PS
Me ha llamado la atención que la descripción de la vía que aparece en varios libros o es la misma o resulta tan difusa y confusa que da que pensar. Los grados que dan están por debajo de la realidad, la dificultad global también y salvo en la descripción de Ravier que indica con cierto detalle el acceso desde el Balcón del Pineta en el resto la información es de muy poca utilidad.
Una observación. En alguna guía dice que se puede acceder directamente por las fuertes pendientes que bajan del espolón antes de llegar a Pineta. Esto solo es posible si se accede a principios de temporada, junio o principios de julio, pues para optar por esta opción debe ser de día para poder ubicar el espolón y encontrar el paso entre franjas rocosas. En este caso es posible que se requieran solo tres horas de aproximación, pero seguro que penosísimas pues implican salvar un desnivel cercano a 900 m por pendientes pronunciadas de pedreras infames en donde el avance resultará de seguro muy desagradable.
Si se quiere ir de seguro lo mejor es subir al balcón de Pineta y de ahí atravesar el techo hasta los resaltes rocosos a la izquierda de la norte hasta encontrar unas fitas que ya sin pérdidas nos conducirán al rápel que hay en la canal y desde cuya base ya se divisa el inicio del espolón. En este caso prever de 4 a 5 horas mínimo de aproximación.
La bajada por el glaciar resulta recomendable si uno se quiere evitar la paliza de la subida a la cumbre y los días acortan. En nuestro caso nos permitió hacer casi todo el descenso con luz de día. Un descenso de la cumbre anocheciendo cuanto menos se me antoja delicado y muy susceptible de perder la buena traza en cualquier momento. En fin, espero que esta información final sea de utilidad. Si me animo y soy capaz intentaré dibujar un croquis de la ruta.