Wesbay y Long superan el primer largo con destreza. Wesbay, no sé por qué razón, avanza precipitadamente como si necesitara llegar a la reunión imperiosamente.
EL ULTIMO SOLDURIO. Nueva via en el benicadell sur
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Mientras sube Long, Wesbay se quita precipitadamente la mochila y saca dos bolsas de azucar. Pone una tira sobre el dorso de la mano y la esnifa con ansiedad. "Pero Dani" Le digo "El azucar no es bueno para tu diabetes molar semolar". A lo que me contesta, que el no tiene diabetes, que son los juanetes que pueden con él y la esnifa le pone y se mitiga el dolor. La segunda bolsa se la echa en los pies de gato. Para secar el sudor, dice.
Este Wesbay está algo pa allá. Continuamos con la escalada. El segundo largo empieza fácil pero enseguida se endereza y a pocos metros de la reunión, o no se cuando, pues todavía estoy en un delirio onírico, llega un apretón que me cuesta varios intentos. Al final lo encadeno pero salgo bufando.
Mientras la escalada continua Lorenzo empieza avisar que por primavera la quemadura espera.
En la segunda reunión le paso el relevo a Long. Impertérrito, hierático, enciende un canuto de dimensiones descomulales, le pega dos caladas, echa el humo por la nariz y atusándose el bigote se hace con el mando de la cordada. Cuando me quiero dar cuenta está a metros de distancia sobre un muro vertical y totalmente limpio. Se le notas las horas pasadas en Silent Valley y también, en la Petxina que eso curte mucho.
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El tercer largo resulta de una continuidad bestial, reservando un tramo delicado y díficil de proteger al final del largo.
Llegamos bufando a la reunión mientras Long se limpia los dientes con un palillo que se ha fabricado con un tronquito de sabina. Como no lo ha afiliado suficientemente, aunque él no se da cuenta, lleva toda la comisura de los labios llena de una sangre espesa, carmesí, y del todo hedionda.
Le animo a continuar con el cuarto largo pues está poniendo la reunión perdida. Wesbay se ata a la reunión y decide comerse un mango que llevaba para cuando notara algo de pájara. Como no se le pasa, saca una barra de cuarto entreverada de panceta y pisto grasiento de la que da cuenta en un pis pas.
Lo cierto es que cada vez estoy más desubicado. No acabo de entender lo que estamos haciendo. Quizá estoy sufriendo una insolación o el mezlote de esta mañana me está haciendo demasiado efecto.
El último largo también presenta un tramo picante y duro. Mis compañeros lo resuelven con la maestría que en ellos es habitual. Yo, como casi siempre, pierdo apoyo y me voy unos metros para abajo. Y es que si uno no hace turismo en estas ocasiones. ¿Cuando lo hace?
Mientras tanto Osman, martillo en mano, a golpes a diestro y a siniestro dejando la vía limpia, impoluta, vamos como el culito de un bebé.
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Llegamos a la cumbre y Wesbay con dolor de cabeza busca una sombra para poder descansar y dado que hay tiempo, chafar la oreja.
Long enciende un cigarrillo y fuma lento, con placer, y como siempre hablando sin parar.
Yo mientras tanto me estoy poniendo del color de la cerdita Pegy debido a como castiga Lorenzo.
Llega Bachar y somos conscientes de que el final de la aventura está llegando a su fin.
Bachar, Long y Wesbay tras la dura escalada.
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Como me he quedado deshidratado intento lamer la sal del sudor de Bridwell que no me mira con muy buena cara.
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Y previo al descanso del guerrero, llega el jefe, the boss, todo majetuoso. Tras la dura escalada sabe que tiene que relajar los músculos y se deja llevar.
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Por cierto no os pongáis nunca una camiseta amarilla pues engorda muchísimo en las fotos.
Iniciamos el descenso ebrios de aventura, saturados de adrenalina y deseosos de cerveza y algo más con que llenar nuestros estómagos ya vacios.
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Iniciamos la bajada no sin incidentes. Unos pavos que nos han intentado chulear han acabado despeñados. Que coste que nosotros no hemos hecho nada.
Joan Long baja cariacontecido, sumido en sus cuitas, cuando una amable viejecita le ofrece un aquarius cero. Long la coge por la cintura, ciñe su cadera a la de ella y le da un beso que deja a la viejecita exhausta pero féliz. Parecían Bogart y Bacall en CasaBlanca. "Siempre nos quedará hacer pis"
Llegamos al ansiado parking y empezamos con el reparto de trastos
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Bajamos a toda viruta en busca del bar salvador. Como consecuencia de la velocidad en el descenso volvemos a vomitar todos al llegar a la carretera.
Llegando a Castelló de Rugat vemos como dos macarras increpan y molestan a una concella rubia embutida en una inverosimil falda de cuero.
No faltaba más. Nosotros caballeros ante todo. Osman, ahora el último soldurio sale a la carrera y del primer golpe el macarra con chupa de cuero queda empotrado en la fachada de un pub, donde la núbil dama debe trabajar.
Bachar, ligero pero ágil, le endilga una patada al macarra con el tatuaje en el brazo y le hace crujir todos sus huesos. La dama embelesada ante tan caballerosa acción quiere darnos las gracias de algún modo. Nos negamos caballerosamente. Era nuestra obligación.
Tras libar varias cervezas e ingerir viandas varias iniciamos el regreso. A partir de aquí se me empiezan a nublar los recuerdos.
Salgo de Xátiva, tras pillar la autovía inopinadamente entro en un túnel oscuro, largo, donde no se adivina salida, acelero, me estoy poniendo nervioso, casi histético, cuando de pronto oigo:
"Jaime, levanta leches, que otro sábado te has vuelto a dormir"